Michael Haneke
Benny es un joven de 14 años de buena familia cuya falta de cariño de sus padres ha sido recompensada con un estupendo equipo de video. Obsesionado con el uso de su nuevo aparato, graba cómo sacrifican a un cerdo con una pistola, lo cual le incita a cometer un acto salvaje.
Con esta premisa, la película se convierte, mediante un esclarecedor juego especular, en el arma denunciadora de su propio dispositivo, la imagen, y de su supuesta neutralidad. Estas imágenes de vídeo, que poco a poco van invadiendo la imagen cinematográfica de la película, sirven para distorsionar la imagen del cine. La calidad y la geometría, la concisión de las imágenes de cine contrastan con unas imágenes pobres, neuróticas y feas del vídeo. “El video de Benny” no es un alegato o denuncia social explícito, sino que con esta sucesión de imágenes expone concretamente unos personajes identificables por todos, ofreciendo la posibilidad de una reflexión imborrable, como todas las grandes películas del cine moderno. Además, destaca la labor del director en este trabajo en el que ha mezclado imágenes de vídeo con imágenes de celuloide. El pionero en mezclar las imágenes en celuloide con las de vídeo fue Jean-Luc Godard. Pero también se retienen como válidas las de Atom Egoyan en Family Viewing o más recientemente con “Adoration” y de Steven Soderbergh en Sexo, mentiras y cintas de vídeo. Y, como no, Michael Haneke se pone a la cabeza de las obras más conseguidas con este método expresivo. Otra de las referencias que se atisban a la hora de analizar “El video de Benny”, es la de Robert Bresson, ya que era el cineasta de la evidencia de lo real, mediante un estilo que parecía indiferente pero que atravesaba lo material hasta el alma, al igual que Haneke a hecho a lo largo de toda su filmografía,
Mediante una serie de imágenes frías y glaciales Michael Haneke no cesa de desempolvar los elementos contradictorios de una sociedad del bienestar en la que la opulencia siempre esconde lo siniestro. En “El video de Benny” la moral encubre la represión sacando a la luz las pulsiones reprimidas que corroen a una sociedad burguesa completamente enfermiza. El realizador austríaco no cesa de poner el dedo en la yaga y hurgar en un mundo en el que la convenciones han acabado disimulando la miseria moral. Evita el humor sarcástico y la afectación para filmar desde la distancia el vacío moral de la sociedad posmoderna. Él utiliza la imagen cinematográfica como un instrumento que puede revelar todo aquello que ha sido desterrado de la sociedad y de la historia. Por esta razón, en el cine de Haneke las verdaderas víctimas somos los espectadores ya que no cesa de apalear nuestra conciencia moral.
“El video de Benny”, al igual que “Funny Games”, “Código Desconocido” o “Caché” reflexiona sobre el papel que juegan las imágenes en la creación de un imaginario social basado en la homologación de la violencia. Parten de imágenes violentas, no obstante, la cuestión fundamental no reside en observar como es vista la violencia sino reflexionar sobre la posición del espectador respecto a la violencia. Haneke sumerge al espectador en un auténtico infierno emocional, pero establece una distancia reflexiva. El horror que llega a transmitir “El video de Benny” es insoportable pero el punto de vista utilizado se basa en el antipsicologismo y en la utilización del fuera de campo. Casi todas las manifestaciones contemporáneas sobre la posibilidad de que un mundo de misteriosos y perversos signos visuales estén sustituyendo al mundo real están presentes en “El video de Benny”. Dentro de este esquema, el sacrificio de un cerdo (para comérselo) y el fin de una chica (eliminada sin motivo), parecen lo mismo: ficción como las películas de serie B que Benny alquila en el videoclub y ve tendido en su cama. En este caso, el poder de las imágenes de ficción, es decir, el cine, también juegan su papel y afectan de una forma concreta a Benny debido a su educación. Haneke no quiere que el público se identifique con los personajes, quiere obligarlos a pensar y a sentir con la propia película. El cineasta austríaco quiere que la gente participe en el significado de sus obras y que las integre en un sistema de valores y creencias. Por descontado que con el “El video de Benny” lo consigue.
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